La primera vez que comí allí lo primero que hizo Filomena fue acercarse con una gran sonrisa, darme la mano y preguntar cómo me llamaba.
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Desde entonces cada vez que he vuelto, Filomena ha salido a recibirme.
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Por poner un poco de contexto, Filomena es una de las camareras de mi warung (restaurante local) preferido en Bali.
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En el tiempo que llevo viviendo en la isla he flipado al ver como ella se ha aprendido de memoria todos y cada uno de los nombres del grupo de hispanohablantes que vivimos por la zona.
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En cambio yo soy incapaz de memorizar ningún nombre (y eso que todos los hombres balineses comparten los mismos 4 nombres, según el número de hermanos que tengan).
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Pero lo que está claro es que el de Filomena ya no lo olvidaré nunca.
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Y por supuesto, gracias a ese detalle, todo el mundo que va repite y recomienda a otros amigos ir a comer allí.
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Lo cual me hace pensar que muchas veces nos complicamos muchísimo definiendo estrategias de marketing (o embudos cada vez más complejos) cuando al final lo que mejor funciona es ser buena persona y tener empatía.
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Ahí lo dejo, a ver si se me pega algo de Filomena.
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