Puesto que estamos en la semana previa a Halloween y que me encantan estas fechas, hoy quiero contarte una experiencia paranormal que tuve de pequeño.

Durante toda mi infancia compartí dormitorio con mi hermana. En esa habitación teníamos dos camas, un escritorio y un ordenador encima.

El ordenador era el típico de los early 90. Una pantalla que pesaba 50 kilos, una torre que hacía un ruido de motor de avión y un teclado mecánico que sería el sueño húmedo de más de uno hoy en día. Y por supuesto equipado con Windows 3.11 y su correspondiente busca minas.

Bien, pues una noche mientras mi hermana y yo intentábamos dormir, se empezó a escuchar durante un rato como alguien tecleaba. No hace falta que te diga que un teclado mecánico tiene un sonido fuerte e inconfundible.

Uno le preguntó al otro si también lo estaba escuchando y ambos confirmamos cagados de miedo. Al encender la luz obviamente no había nadie más allí.

A día de hoy me sigo preguntando qué pasó y si ese fantasma solo quería motivar a que mi vida girara en torno a la informática.

O quizás solamente estaba arreglando un bug a altas horas de la madrugada como me ha pasado a mí tantas veces.

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David Perálvarez