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Soy bastante aficionado a la novela negra y dentro de este género, mi saga favorita es la de "El Padrino" (The Godfather).
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Me encantan las historias que cuentan, sus códigos de honor, sus límites, su elegancia y su forma de organizarse y funcionar como si de empresas se trataran.
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Aclaro desde ya que no soy fan de la mafia, hablamos de ficción. Del mismo modo que cuando veo un thriller, no lo soy del asesino en serie.
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Si no has leído las novelas (o visto las películas) de El Padrino, narran la historia de la familia Corleone. Aquí el concepto familia incluye lazos de sangre, pero se refiere a la forma en cómo se organizan.
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Vito Corleone es el jefe del clan y cada día recibe visitas de personas que le piden favores. Él siempre complaciente les dice que les va a ayudar pero que a cambio, habrá un día que les pedirá otro favor. Y cuando eso ocurra, más les vale estar disponibles y con buena gana o de lo contrario es posible que sus cuerpos acaben con los pies en cemento bajo el río.
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¿Por qué te cuento todo esto? Pues porque es posible que en tu día a día como freelance estés funcionando como Vito, pero solo en la primera parte: en la de hacer favores.
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Seguro que alguna vez te ha pasado que realizaste el proyecto a un cliente y al terminar, cuando le ofreciste tu servicio de mantenimiento, este te dijo que no, que no le hacía falta.
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Pero al cabo del tiempo te escribió y te pidió un pequeño cambio. Cambio que tendrías que cobrarle pero te sabía mal. Porque además, el cliente tiene la picaresca de preguntarte si por ese pequeño cambio le cobrarías. Y tú para evitar malos rollos decidiste hacerlo gratis.
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Esta historia me ha pasado. No una sino muchas veces.
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Lo que sigue de la historia ya te lo imaginas: el cliente sigue pidiéndote esos pequeños cambios a cuenta gotas y tú, como no tuviste el valor de pararle los pies el primer día, agachas la cabeza y vas tragando y haciendo crecer tu odio hacia a él.
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Hasta que llega el día que te plantas y ese día sacas el Vito Corleone que llevas dentro y explotas con el cliente.
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Y oh sorpresa, el cliente se hace el ofendido y sorprendido.
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¿Y sabes qué? Está en su derecho. Porque si se ha estado aprovechando de ti durante largo tiempo y tú lo consentías, es normal que reaccione de esa manera.
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Por eso mi consejo de hoy es que pongas límites a tu negocio. Deja claro qué entra y qué no y no tengas miedo de parar los pies cuando algún cliente se pase de listo.
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Recuerda que la palabra "freelance" lleva incluida la palabra "libertad" y tú eres libre de marcar las reglas de tu negocio y de mandar a paseo a un cliente cuando ya no quieras seguir tragando.
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Eso es todo, si estás empezando espero haberte ahorrado futuros problemas.
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